Los últimos estudios que han analizado los datos de consumo de redes sociales dejan un panorama cuanto menos preocupante. Los usuarios de estas plataformas pasan entre 1 y 2 horas al día viendo el contenido de otros en sus pantallas. En el caso de los jóvenes, este tiempo puede llegar a las 3 e incluso las 4 horas. El problema de adicción a las redes sociales es cada vez más obvio, aunque hayamos tardado tan poco en normalizar este tipo de pasatiempo. Porque, si lo pensamos realmente, ¿qué es lo que estamos haciendo en Instagram o en Tiktok durante 2 horas? Ver vídeos, en su mayoría divertidos o entretenidos, pero que tampoco nos aportan demasiado. Claro que hay que aprender a desconectar y dejar de pensar por un rato, pero de ahí a convertir eso en nuestro pasatiempo principal… Las redes sociales se han hecho con una parte muy grande de nuestro ocio, hasta el punto de que muchos ya no pueden vivir sin actualizar stories en Instagram con todo lo que hacen.
Lo más sorprendente de todo es que estas redes tienen apenas una década de vigencia. Hasta mediados de los 2000 no sabíamos lo que era una red social, y las primeras, como Facebook o Twitter, servían más para informarnos y debatir que para mostrar simplemente lo que hacíamos. Pero las cosas han cambiado, y el culto a la imagen personal, con un punto hedonista y casi explícito, se hace cada vez más patente. Las nuevas generaciones han aprendido a utilizar estas redes como algo tan natural que asusta. Su lenguaje, su forma de escribir, su manera de comportarse en público y de reaccionar… Es como si vivieran continuamente en una burbuja creada ex profeso para que su vida fuera publicada. Cada momento está pensado para un reel, para una storie, para una foto. Internet ha tenido un alcance tan brutal que ha cambiado las reglas del juego en negocios tan tradicionales como la prostitución. De hecho, se está hablando mucho últimamente de cómo la red ha afectado a las trabajadoras sexuales, en muchos casos para bien. Las ventajas de poder conseguir clientes y trabajo a través de Internet les ha favorecido muchísimo, cambiando sus rutinas y permitiéndoles disfrutar de mayor tranquilidad y seguridad.
Una nueva vía para encontrar clientes
Porque no es extraño, a estas alturas, encontrar a prostitutas y escorts de lujo en redes sociales. No hablamos de chicas que utilizan su sensualidad para arrastrar a muchos seguidores a una suscripción de pago por sus fotos más morbosas, aunque esto también es digno de estudio. Nos referimos a aquellas chicas que ya trabajan como amantes profesionales, y que han encontrado en las redes un trampolín perfecto para llegar más alto en su negocio. Sobre todo a la hora de encontrar a nuevos clientes, entre un público cada vez más global y gigantesco. El alcance que tienen las publicaciones en Instagram o TikTok es millonario, algo que nunca antes se había visto. Y además, tampoco hace falta elaborar mucho el contenido. Basta con hacer un baile sexy en traje de baño para que el vídeo se viralice.
Las chicas que buscan nuevos contactos en redes sociales son conscientes de la gran censura que hay al contenido sexual explícito. Por eso, también se convierten en expertas en jugar con las normas a su antojo, rozando la censura, pero sin llegar a publicar contenido demasiado fuerte. Basta con destacar un poco y postear fotos y vídeos calientes para llamar la atención de los hombres. Una vez conseguido esto, lo habitual es que muchos comenten en la propia publicación, o manden mensajes privados a la chica. Es una táctica habitual de ligue en los tiempos de Internet, que no suele ser muy efectiva… salvo si la chica está interesada en conseguir clientes. Así es como la fama y la popularidad de la profesional del sexo se expande, logrando captar a nuevos clientes potenciales sin necesidad de salir de casa. Los tiempos en los que una escort hacía la calle parecen haber terminado.
Servicios online, la nueva prostitución
Pero no acaban aquí las ventajas de la red para las prostitutas. Internet se ha convertido en una herramienta imprescindible no solo para llegar a más público, sino también para crear nuevas formas de trabajo y servicios especiales. De hecho, se habla ya de una nueva prostitución, que no lo es tanto en realidad, con servicios que se ofrecen en línea. Hay amantes profesionales que, por diferentes motivos, no han podido realizar tantos servicios presenciales en los últimos tiempos. La pandemia provocó una gran fisura en este trabajo, y las chicas debían buscar modos alternativos de sobrevivir… Es entonces cuando se centraron en esos servicios online, que podían incluir desde videollamadas sexuales hasta envío de fotos o vídeos, e incluso dick rate, una práctica por la cual la chica evalúa el pene de un cliente a cambio de dinero.
A los que no estén muy metidos en estas prácticas esto les puede sonar a locura, pero es así. Hay hombres que pagan por recibir fotos o vídeos sexuales de una chica, e incluso porque ella les diga si tienen o no un pene bonito. No deja de ser una forma de inflar también el ego de estos clientes. Los servicios online como las videollamadas son una extensión de aquellas líneas calientes que ya eran todo un éxito en los 80 y 90. La tecnología ha permitido un salto cualitativo importante en este sentido, y ahora la prostitución tiene nuevas aristas. Pero, ¿se puede considerar esto prostitución realmente, si al final no hay contacto físico? Es un tema espinoso, desde luego, pero lo que sí está claro es que estas chicas viven y ganan dinero a través del sexo… aunque sea a distancia.
La censura y la persecución
El sexo siempre ha encontrado la manera de sobrevivir y colarse en los medios culturales, incluso en las épocas de mayor censura. Todo arte y expresión cultural tiene su lado sexual, a veces más explícito, otras más difuminado, pero siempre está ahí. En los últimos tiempos, el sexo ha dejado de ser un tabú tan grande, pero sigue molestando en exceso a ciertos grupos conservadores. Sobre todo cuando se muestran imágenes poco apropiadas en lugares que están al alcance de los menores. Las redes sociales son un campo de batalla en este sentido, generando una nueva censura que está llegando a un punto de paroxismo extremo. Se han eliminado fotografías de obras de arte con desnudos, por ser “inapropiadas” para ciertas edades.
La censura en Instagram y Facebook está latente, y no son pocas las chicas que han visto cómo los moderadores tumbaban sus cuentas por subir fotos más reveladoras de lo habitual. Lo curioso es que la chica puede subir una foto totalmente desnuda, pero poner un par de emojis en la zona de los pezones, y la red social no censurará su fotografía. ¿Dónde está el límite y por qué se pone ahí? Las profesionales del sexo conocen bien estas normas y juegan a saltárselas, pero con toda la delicadeza del mundo, para evitar represalias. De hecho, el efecto que consigue esta persecución es el contrario al deseado. Las publicaciones sensuales están creciendo a un ritmo muy acelerado. No hay desnudos explícitos, es verdad, pero cada vez hay más fotos de chicas sin ropa, con la única condición de que no aparezcan sus pezones.